¿Pueden los bebés y niños pequeños manipular o controlar a sus padres?

15.05.2018

"Si siempre lo abrazas cuando llora, te tomará la medida"

"Tienes que ignorar o castigar sus berrinches; de lo contrario, aprenderá a controlarte y obtendrá lo que quiera si se comporta de esa manera".

Gran parte de los consejos actuales sobre la crianza de los hijos se centra en la idea de que los niños, desde el nacimiento, manipulan a sus padres. Este consejo alienta a los padres a mantener el control y nunca permitir que sus hijos "se salgan con la suya". Es un enfoque combativo que no sólo cree que los niños son efectivamente enemigos, sino también capaces de maquinar y tramar cualquier cosa desde el día en que nacen. La paranoia de la manipulación proviene de una edad de crianza de los hijos con la creencia de que el poder de cualquier situación debe recaer siempre en el adulto y que los niños deben respetar a sus mayores.

La definición señalada por el diccionario de la Real Academia Española sobre el término manipular es la siguiente:

"Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares".

La idea de que los niños manipulen a sus padres a través de su comportamiento, ya sea llorando de noche o haciendo berrinches durante el día, implica que los niños no sólo son capaces de tales esquemas, sino que también poseen un grado de maquiavelismo. Sin embargo, ninguno es verdad.

Para manipular a sus padres, los bebés, niños pequeños e incluso niños mayores, necesitan las siguientes habilidades:

  • Pensamiento hipotético
  • Pensamiento crítico y racional
  • Empatía
  • Control de los impulsos

Estas habilidades cognitivas se encuentran en el dominio de la corteza prefrontal. Esta área del cerebro es la responsable de las habilidades de alto funcionamiento. Esta área del cerebro es lo que nos diferencia de nuestros primos mamíferos, además de ser la última en desarrollarse. Los científicos creen que el desarrollo final de la corteza prefrontal no ocurre hasta que el niño cumple los veinte años, o incluso hasta los veinticinco años de edad.

Sabiendo esto, queda claro que los bebés y niños pequeños son incapaces de los complejos procesos de pensamiento que son necesarios para manipular el comportamiento de los demás. En cierto sentido, los que tienen miedo de crear pequeños monstruos manipuladores y exigentes están dando mucho más crédito a los niños pequeños de lo que merecen.

No hay posibilidad de que un bebé, acostado sólo en su habitación o en su cuna por la noche, decida, mientras sus papás descansan, romper en llanto sólo porque considera que es el momento preciso para hacerles la noche difícil, a pesar de que se encuentra perfectamente bien Esta trama e intriga precisa de la facultad de pensamiento lógico y, para ello, necesita que la sustancia cerebral denominada glutamato opere correctamente en sus lóbulos frontales. Pero el sistema glutamato no está desarrollado en el cerebro del bebé, de modo que este no es capaz de pensar lógicamente en nada y menos en controlar o manipular a sus padres.

Por el contrario, lo que está sucediendo es que el bebé está llorando porque no puede controlar su respuesta dominante al miedo, al aislamiento y a la angustia de estar solo.  Él no puede pensar hipotéticamente o críticamente. No puede entender que no está en peligro a pesar de la respuesta de "lucha o huida" que ocurre en su cuerpo. Llora porque las habilidades primitivas de su cerebro no le permiten hacer nada más. (los niños que han soportado prolongados periodos de llanto pueden desarrollar un sistema de respuesta al estrés excesivamente sensible, que les afectará a lo largo de su vida). Esto significa que su percepción del mundo y de los acontecimientos que le ocurren estará teñida de una sensación de amenaza y de ansiedad, aunque esté perfectamente a salvo.

Del mismo modo, no hay posibilidad de que un niño pequeño, lleno de emociones abrumadoras: tristeza, enojo, pena y miedo, haya elegido hacer un berrinche en el piso de un supermercado porque desea avergonzar a su padre para que le compre una barra de chocolate. Esta manipulación requeriría un desarrollo cerebral mucho más sofisticado del que posee. Todo lo que sabe en ese momento es que su pequeño cuerpo está lleno de adrenalina y está asustado, triste, enojado y fuera de control. ¿Te imaginas lo aterrador que debe ser perder el control de ti mismo? ¿Y luego ser ignorado o castigado por tu padre? Su cerebro está demasiado subdesarrollado para tramar y planificar qué resultados pueden tener sus acciones, incluso si pudiera hacer esto la respuesta de "lucha o huida" que su cuerpo está experimentando le prohíbe pensar con tanta claridad.

Creer que los bebés y niños pequeños pueden y nos manipulan predispone a los padres como dos equipos. Nosotros contra ellos. Incluso, nos predispone a castigar e ignorar en lugar de conectarnos y tratar de entender lo complicado que es para ellos controlar sus emociones.  Irónicamente, esta actitud de "nosotros y ellos", va más allá de la simple idea de un niño manipulador.

Si criamos a nuestros hijos para que sepan que se satisfarán sus necesidades, no tendrán necesidad de manipularnos en el futuro. Si un bebé llora, es necesario que lo abracen, lo reconforten y lo tranquilicen pues esas muestras de cariño son las que necesita para que su nivel de cortisol (hormona del estrés) descienda, de lo contrario aumentará. Lo único que desarrollamos cuando respondemos con abrazos y palabras que reconfortan; es confianza, y la confianza y la manipulación son dos cosas muy distintas .

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